La Transpirenaica con Irene e Iñigo
Hendaya-Cerbère, 923
kilómetros y 20.195
metros de desnivel positivo. Una travesía que no concede tregua y que exige algo más que piernas:
exige corazón, estrategia y un espíritu indomable

La Transpirenaica no es solo un reto deportivo, es un recorrido por la esencia de la montaña: el frescor de los prados en la mañana, el olor a pino en los bosques altos, el silencio roto por el crujido de la bicicleta sobre el asfalto y el canto lejano de un río. Cada puerto conquistado ofrecía una postal distinta: cumbres desnudas azotadas por el viento, carreteras infinitas que se pierden entre nubes y descensos vertiginosos que invitan a dejarse llevar.
En cada etapa, Irene e Iñigo pedaleaban como si el tiempo se detuviera, impulsados por la pasión que todo ciclista reconoce: esa mezcla de sufrimiento y placer que solo se siente al coronar una cima y ver desplegarse el mundo a tus pies.
La llegada a Cerbère, con el Mediterráneo brillando al fondo, fue mucho más que cruzar una meta. Fue cerrar un viaje de paisajes, emociones y pedaladas compartidas, demostrando que la bicicleta no es solo un medio para llegar, sino el verdadero camino.
Queremos felicitar a Irene e Iñigo por esta travesía que va mucho más allá de lo deportivo.
La
Transpirenaica ha sido un ejemplo de esfuerzo, unión y pasión, valores que forman parte de nuestra forma de trabajar y de entender la vida.
Al igual que en esta ruta, en Einnek afrontamos cada proyecto con la mirada puesta en el horizonte, la determinación para superar cualquier pendiente y la confianza de saber que, pedaleando juntos,
no hay meta que no podamos alcanzar.
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